viernes, 29 de marzo de 2013

La Marcha de Desilusión




- Vamos a recordar el Azul del cielo, porque quiero retorcerlo hasta que se vuelva negro. - Desilusión resultaba a veces ser un tripulante poco popular: por desgracia para el resto de los invitados, sólo aparecía cuando había una fiesta que aguar.

- Pero vamos a ver... - La reina resopló. - ¿Tú aquí otra vez?

- No es por nada, pero desde esta alcantarilla no se puede salir a ninguna parte.

- ¿Y qué? - gruñó el Rey mientras se sacudía algo de polvo que se le había acumulado en su chaqueta a lo largo de los años.

- Pues que si no salimos de aquí, arriba nadie se va a acordar de lo que eran las flores azules.

- El rey miró a la reina, y esta a su vez a Duende, que seguía roncando plácidamente bajo su montaña de cartas. Le gustaba jugar dormido, así que su mano izquierda había hecho un póker de reinas para vencer al full que había completado con los suaves movimientos de su derecha.

- Tú, dormilón. Te vas a atragantar. - Se dirigió a Duende que abrió un ojo, miró el resultado de su jugada y sonrió satisfecho.

- Me vais a perdonar, pero tenía mucho sueño. ¿Qué ha pasado arriba?

- Perdimos la batalla, pero no la guerra. Ahora somos algo así como la resistencia. - La reina tenía la costumbre de hablar despacio, y en esta ocasión además subió el tono de voz para que todos la escucharan.

- Ya veo. ¿Y qué nos queda? - preguntó Duende.

- Estamos nosotros, están nuestras armas, y están ellos. - El rey lo tenía claro: arriba estaban los vivos.

- ¿Y a qué esperas para que salgamos? - Duende puso morritos. La inactividad que había visto desde su despertar le disgustaba tanto que se puso a barajar.

- Pues... - sonrió el rey - ...esperaba que por ahí hubiera alguien que mereciera la pena.

- Pues... - reprochó la reina con una sonrisa - ¿cómo pretendías verlo desde aquí abajo?

- Pensé que si alguien cogía alguna de las flores y la plantaba en su jardín nos daríamos cuenta. - Se encogió de hombros.

Y en ese momento se hizo el silencio, porque alguien había cogido una flor azul y la había colocado con mimo en su jardín. La espada azul de Sueño, el rey comenzó a brillar, la baraja de cartas de Duende, el consejero, recuperó su lustre, la guadaña de Muerte, la reina comenzó a palpitar de deseo.

Todos se miraron y sonrieron. Desilusión se había ido.

La historia que estáis leyendo empezaba más o menos así, en otro blog, y en otro tiempo ¡y hasta con otro estilo!, así que podéis leerla siguiendo el enlace:


Buenas noches, buenos días


Cuenta una historia que una vez hubo un hombre que disparó dos flechas y que usó la primera como blanco de la segunda, atravesándola hasta hacerla astillas y sustituirla en el blanco inicial, demostrando así que era el arquero más certero de todo su reino.

Todo parecía ir de mal en peor.

Pero sin que viniera a cuento (como a veces pasa en la vida) una segunda flecha atravesó el cielo silbando alegre con aires de bailarina exótica, para impactar de lleno contra el mismo lugar en el que dio la primera. Y entonces el mundo empezó a girar de nuevo.